martes, 15 de septiembre de 2015

LA DOCTA IGNORANCIA


 LA DOCTA IGNORANCIATomado de
[Filosofía]
http://www.lahistoriaconmapas.com/historia/historia2/definicion-de-docta-ignorancia-o-docta-ignorantia/
Expresión conocida principalmente a través de la interpretación dada por el cardenal Nicolás de Cusa (1401-1464), en su obra más famosa De docta ignorantia, doctrina que luego defendió en el escrito Apologia doctae Ignorantiae (‘Apología de la docta ignorancia’).
El tema de la “ignorancia sabia” estaba ya presente en la filosofía desde Sócrates, quien había puesto el inicio del conocimiento filosófico en el “sólo sé que no sé nada”. Ante el falso conocimiento de muchas cosas, proclamado por muchos hombres pretenciosos, y el conocimiento verdadero de la propia ignorancia, no cabe duda que éste conocimiento es más sabio que el de aquéllos. Tenemos, pues, que el reconocer la propia ignorancia equivale, ya desde Sócrates, a un situarse abierto a la recepción del conocimiento, como una “disposición” a la adquisición de la verdad. Dice Julián Marías que la “paradójica unión del adjetivo y el sustantivo en esta expresión, refleja admirablemente lo que ha sido siempre la filosofía: docta ignorancia, perpetua interrogante, desconocimiento, cuestiones abiertas, después de pensarlas largamente, de hacer inauditos esfuerzos para ponerlas en claro. Eso es lo que significa una ignorancia docta”. Al igual que el principio socrático, la docta ignorantia adquiere valor de principio y fundamento de todo conocimiento humano.
El Cusano la define como “visio sine comprehensione”, explicando que “por encima de nuestra comprehensión, nos conviene ser doctos en cierta ignorancia”. La expresión encuentra sus antecedentes en la tradición platónica de San Agustín y de San Buenaventura. Nicolás de Cusa se sirve de ella para justificar la denominada teología negativa, una doctrina sobre el conocimiento de Dios consistente, esencialmente en la negación de toda posible afirmación acerca de Dios, y de toda posible referencia al mismo (véase el apartado Teología positiva y teología negativa en Teología). Entra aquí de lleno la teoría gnoseológica del Cusano; nuestro proceso cognoscitivo está siempre en el dominio de lo que es distinción y oposición, comenzando por la percepción -que es unidad de expresiones distintas-, siguiendo con el concepto -que es una unidad en la que se recogen múltiples percepciones-, hasta culminar en el saber científico. En todo este proceso, la afirmación de una cosa es negación de todo aquello que sea distinto a esa cosa.
La verdad en sí misma, es algo absoluto, unitario, infinito. Pero la verdad de nuestra razón es siempre algo relativo, distinto, finito. Ello implica la incapacidad de nuestra razón para alcanzar la verdad en sentido absoluto, universal, o sea, la verdad como es en Dios, la verdad que es Dios. En realidad, cualquier afirmación nuestra no es la verdad, sino una conjetura, una aproximación a la verdad. Ahora bien: por encima de la razón, está el intellectus (entendimiento), como actividad supra-racional, iluminada por la fe o la mística. Por medio de ella tenemos la intuición pura de la verdad absoluta, llegando así a la concepción del infinito, como universalidad de unidad. Aunque en este punto alcanzamos el mayor grado de semejanza con Dios, en modo alguno llegamos a comprenderlo. Quedamos, por lo tanto, siempre en el dominio de la docta ignorantia, por encima de la cual se encuentra la revelación, la cual hace que nuestra ignorancia se convierta, según la expresión de San Buenaventura, en deliciosa oscuridad, pues “la exactitud de la verdad luce incomprensiblemente en las tinieblas de nuestra ignorancia”. “Y, -continúa el Cusano-, ésta es la docta ignorancia que investigamos, sólo mediante la cual, según explicamos, podemos alcanzar el máximo Dios unitrino, de infinita bondad, según los grados de la propia doctrina de la ignorancia, para que con todas nuestras fuerzas podamos alabar siempre al que siempre se nos muestra como incomprensible y que sea bendecido sobre todas las cosas en los siglos”.
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